viernes, 22 de febrero de 2019

La desaparición de Aspergerlandia


Aspergerlandia era un pequeño país que empezaba a medrar. Pero una mañana, todos los países de la Unión EuroTEA se fusionaron en uno solo. Ahora los antiguos aspies eran todos autistas.
Sin embargo, algunos aspies sintieron una nostalgia resentida porque ya se veían creciendo como colectivo pequeño, y ahora se sentían forzados a trabajar como un colectivo mucho mayor. Es decir, más difícil de controlar a título personal.
Hubo quien se aferró a nombres antiguos; quien no quería aceptarse como autista. Hasta que vieron que los vecinos ya no les querían vender patatas, por rancios. Y sin patatas, no podían cocinar patatas fritas. ¡Y las patatas fritas son una apuesta segura!
A largo plazo, incluso a medio, mejoraron las condiciones de todo el colectivo autista. Pues aquel vasto país estaba lleno de buenos vecinos. Sólo hacía falta serlo uno también.

miércoles, 20 de febrero de 2019

DON'T HOLD BACK (?)

Nunca he leído sobre el asunto que voy a reseñar. Quizá en un chiste de Sheldon Cooper, que lo mencionaba muy de refilón.

Siempre me he sentido muy atento al entorno. Muy perceptivo. Posteriormente a los encuentros sociales, recordaba cada detalle y muchas veces lo revisualizaba.
En contraposición, la mayoría de la gente de mi entorno no se fijaba en ciertas cosas y actuaba por resorte, sin pensar en los demás ni en las consecuencias.
A la hora de intervenir, mi intención siempre ha sido dar el mejor aporte, algo que enriquezca el ambiente. Pero no me daba tiempo; cuando al fin tenía las palabras, la charla había virado a otro puerto.


En los últimos meses, dentro de lo posible, he estado experimentando con lo que llamaríamos «dejarse llevar por el flujo». Cuando te lleva el flujo, es más fácil recoger los mensajes que sueltan los demás, y replicar con confianza.
Mi problema es que cuando me comunico con esta ligereza, puedo intervenir y socializar mucho más, pero luego no me acuerdo de lo que he estado hablando, o incluso ya no me importa.

De modo que llevo unos meses confraternizando con más gente que nunca, con el corazón más abierto, con mayor facilidad para tratar con casi cualquiera, pero luego no puedo rescatar momentos memorables como antes. Siento que no he estado allí yo, sino «el espíritu», por decir algo.

La sensación se parece un poco a la de interpretar un papel en una función teatral. Cuando la obra ha finalizado, te olvidas de lo que has estado haciendo, ya no eres tú. A otra cosa, mariposa.

¿Es acaso un problema? ¿O simplemente he mejorado mis habilidades sociales y ya no necesito revisualizar mentalmente los eventos para extraer lecciones?

lunes, 4 de febrero de 2019

Mutismo selectivo (II)


Conocí a un apreciado artista de edad avanzada. Ya nos habíamos saludado más de una vez, sin más dificultades que el típico pinchazo de ansiedad leve. Pero un día estaba en su casa, y al aparecer y saludarme me quedé en blanco. Mi madre estaba delante, y pienso que por ello me bloqueé. Tenía que devolver el saludo, pero...
Nada.
No podía hablar.
De repente, la situación me superó.

Parte de mi ansiedad vino de que mi madre estaba delante. Sin entrar en detalles, ella nunca aceptó mis manifestaciones y expresiones distintas. Entonces mi ansiedad se multiplicó porque el gran artista me había saludado y mi madre me exigía saludar de vuelta, y ya no sabía realmente a qué amo servir. Si nadie de mi familia hubiera estado delante, creo que hubiera saludado a este amable artista como a un amigo de toda la vida.

Como ya expliqué en la parte 1, el choque también puede venir de estar desprevenido, en un estado tan introspectivo y abstracto que las palabras quedaron guardadas en un baúl. Al entrar alguien de improviso, la llave se te escurre, se te cae debajo del brasero, y prefieres esperar a que el disruptor se marche. En ese momento, lo que los demás piensen es lo de menos; lo que quieres es que te dejen en paz.
Pero cuando se han ido, tampoco puedes volver de cualquier manera a tu corriente de pensamientos, porque es después cuando uno se puede quedar pensando en lo que andarán pensando de ti.
No puedes decirles que no puedes hablar, porque no puedes hablar.
Es un espanto, porque ya saben que hablas y se piensan que es una falta de respeto. ¡No, es que me has pillado en bragas! ¡Vete, y a lo mejor podremos hablar luego!

Esto, por teléfono no pasa. Porque puedes colgar. Pero en la vida real, ¿cómo cuelgas a alguien?
¿Le arrojas un zapato? ¡No, porque en el peor de los casos, acertarás!
Puesto que en las escuelas no enseñan la lengua de señas, lo primero que pensaría la mayoría sería fingir que tienen una cremallera en los labios y cerrársela. Pero eso no se usa como mutismo, sino como guardar un secreto, o como una especie de "cállate".

Para indicar tu condición puntual de no verbal, la mejor opción que he leído es hacer con los dedos de una mano una seña: el gesto de cerrar una llave en tu garganta. No se usa para nada más, y se entenderá mejor.

Por último, no hay que confundir el mutismo selectivo con el hecho de no hablar en clase. Si los neurotípicos hablan tanto entre ellos es simplemente porque están en la misma onda. También por eso no suelen hablar con nosotros. ¡Y no por ello los autistas contagiamos el mutismo a los alistas!
Los autistas más verbales hablamos menos en clase porque apenas encontramos a colegas en una onda similar.
Imaginen que, ya en la adultez, un juez les obliga a volver a la escuela primaria. Podrán charlar con sus compañeros un día o dos, pero el resto del curso será puro hastío. Más aún si saben que les queda otra década forzados a soportar a los niños de lunes a viernes en horario de oficina. Eso no es mutismo selectivo, es aguantarse los gritos de tortura.