Conocí a un apreciado artista de edad avanzada. Ya nos habíamos
saludado más de una vez, sin más dificultades que el típico pinchazo de
ansiedad leve. Pero un día estaba en su casa, y al aparecer y saludarme
me quedé en blanco. Mi madre estaba delante, y pienso que por ello me
bloqueé. Tenía que devolver el saludo, pero...
Nada.
No podía hablar.
De repente, la situación me superó.
Parte de mi ansiedad vino de que mi madre estaba delante. Sin entrar en
detalles, ella nunca aceptó mis manifestaciones y expresiones
distintas. Entonces mi ansiedad se multiplicó porque el gran artista me
había saludado y mi madre me exigía saludar de vuelta, y ya no sabía
realmente a qué amo servir. Si nadie de mi familia hubiera estado
delante, creo que hubiera saludado a este amable artista como a un amigo
de toda la vida.
Como ya expliqué en la parte 1, el choque
también puede venir de estar desprevenido, en un estado tan
introspectivo y abstracto que las palabras quedaron guardadas en un
baúl. Al entrar alguien de improviso, la llave se te escurre, se te cae
debajo del brasero, y prefieres esperar a que el disruptor se marche. En
ese momento, lo que los demás piensen es lo de menos; lo que quieres es
que te dejen en paz.
Pero cuando se han ido, tampoco puedes volver
de cualquier manera a tu corriente de pensamientos, porque es después
cuando uno se puede quedar pensando en lo que andarán pensando de ti.
No puedes decirles que no puedes hablar, porque no puedes hablar.
Es un espanto, porque ya saben que hablas y se piensan que es una falta
de respeto. ¡No, es que me has pillado en bragas! ¡Vete, y a lo mejor
podremos hablar luego!
Esto, por teléfono no pasa. Porque puedes colgar. Pero en la vida real, ¿cómo cuelgas a alguien?
¿Le arrojas un zapato? ¡No, porque en el peor de los casos, acertarás!
Puesto que en las escuelas no enseñan la lengua de señas, lo primero
que pensaría la mayoría sería fingir que tienen una cremallera en los
labios y cerrársela. Pero eso no se usa como mutismo, sino como guardar
un secreto, o como una especie de "cállate".
Para indicar tu
condición puntual de no verbal, la mejor opción que he leído es hacer
con los dedos de una mano una seña: el gesto de cerrar una llave en tu
garganta. No se usa para nada más, y se entenderá mejor.
Por
último, no hay que confundir el mutismo selectivo con el hecho de no
hablar en clase. Si los neurotípicos hablan tanto entre ellos es
simplemente porque están en la misma onda. También por eso no suelen
hablar con nosotros. ¡Y no por ello los autistas contagiamos el mutismo a
los alistas!
Los autistas más verbales hablamos menos en clase porque apenas encontramos a colegas en una onda similar.
Imaginen que, ya en la adultez, un juez les obliga a volver a la
escuela primaria. Podrán charlar con sus compañeros un día o dos, pero
el resto del curso será puro hastío. Más aún si saben que les queda otra
década forzados a soportar a los niños de lunes a viernes en horario de
oficina. Eso no es mutismo selectivo, es aguantarse los gritos de
tortura.