El año pasado tenía muchas ganas de ver la nueva película de Halloween. La primera de los 70, salvo por algún detalle que ha envejecido mal, estuvo bastante respetable.
Acabo de intentar ver la de 2018 y la he tenido que quitar. Los prejuicios capacitistas de los años 70 duelen más cuando siguen apareciendo casi medio siglo después.
Voy a centrarme en la secuencia de inicio.
Empieza con unos periodistas... Bueno, ni eso, más bien son unos aprovechados que no tenían otra cosa que hacer que grabar un podcast a costa de los demás.
Resulta que entran a un psiquiátrico a entrevistar al asesino de la primera peli. Dan a entender que es de lo más terrorífico que haya estado sin hablar una sola palabra durante años. Como el asesino no responde a sus provocaciones, sacan la máscara con la que en su día se cargó a todas las rubias.
O sea, primero le llaman monstruo por no hablar. Podrían llamarle monstruo por andar matando gente, pero lo que les provoca rechazo es que no habla. Y encima pretenden causarle ansiedad a propósito.
Yo entiendo que esto es parte de la psicología de estos furcios de la grabadora. Que está mal hacerlo e igualmente es una crítica velada a las malas prácticas de ciertas instituciones. Igualmente me parece que se pasaron porque en el mismo lugar donde sucede el intento de entrevista hay otros pacientes. Les ponen de locos, pero todo lo que hacen me parece justificado.
El que se fija mucho en los cordones de los zapatos lleva un paraguas aunque en el patio no llueve. ¡Lógico, está ahí atado a la intemperie, el sol le molesta!
El que se asusta mucho cuando sacan la máscara grita muy fuerte. ¡Normal que grite, es una máscara toda raída y descolorida de William Shatner! Yo también gritaría si me sacasen una careta de un acólito de Autism $peaks, seguro que ese tipo está encerrado por culpa de sus campañas de desinformación.
Para colmo, nos enseñan a otro preso que se tapa los oídos como si eso fuera de desequilibrados. ¡Normal que se tape los oídos, porque además de los gritos, un perro se ha puesto a ladrar!
Todo esto hubiera sido pasable si no hubieran dicho al rato que lo mejor para otro trastorno era la terapia conductual. Además, a partir de ahí sólo me presentaban pubertos inmaduros. Pasé.
No creo que para escribir guiones de ficción sea imprescindible volverse experto en todos los temas referidos. Pero sí creo que tienes una responsabilidad hacia el público. No puedes repetir los mismos prejuicios con distinto collar.
En muchas ocasiones, personas cuyo único problema es que no soportan ciertos sonidos son arrestados porque un desconocido con prejuicios llamó a la policía. Recordemos la primera película de Rambo, y cómo él sólo quería tomarse algo y proseguir su viaje.
Por mucho que se excusen en ser historias de entretenimiento, estos guiones están escritos con una estrechez de miras que pone en peligro a personas de verdad.
Empieza con unos periodistas... Bueno, ni eso, más bien son unos aprovechados que no tenían otra cosa que hacer que grabar un podcast a costa de los demás.
Resulta que entran a un psiquiátrico a entrevistar al asesino de la primera peli. Dan a entender que es de lo más terrorífico que haya estado sin hablar una sola palabra durante años. Como el asesino no responde a sus provocaciones, sacan la máscara con la que en su día se cargó a todas las rubias.
O sea, primero le llaman monstruo por no hablar. Podrían llamarle monstruo por andar matando gente, pero lo que les provoca rechazo es que no habla. Y encima pretenden causarle ansiedad a propósito.
Yo entiendo que esto es parte de la psicología de estos furcios de la grabadora. Que está mal hacerlo e igualmente es una crítica velada a las malas prácticas de ciertas instituciones. Igualmente me parece que se pasaron porque en el mismo lugar donde sucede el intento de entrevista hay otros pacientes. Les ponen de locos, pero todo lo que hacen me parece justificado.
El que se fija mucho en los cordones de los zapatos lleva un paraguas aunque en el patio no llueve. ¡Lógico, está ahí atado a la intemperie, el sol le molesta!
El que se asusta mucho cuando sacan la máscara grita muy fuerte. ¡Normal que grite, es una máscara toda raída y descolorida de William Shatner! Yo también gritaría si me sacasen una careta de un acólito de Autism $peaks, seguro que ese tipo está encerrado por culpa de sus campañas de desinformación.
Para colmo, nos enseñan a otro preso que se tapa los oídos como si eso fuera de desequilibrados. ¡Normal que se tape los oídos, porque además de los gritos, un perro se ha puesto a ladrar!
Todo esto hubiera sido pasable si no hubieran dicho al rato que lo mejor para otro trastorno era la terapia conductual. Además, a partir de ahí sólo me presentaban pubertos inmaduros. Pasé.
No creo que para escribir guiones de ficción sea imprescindible volverse experto en todos los temas referidos. Pero sí creo que tienes una responsabilidad hacia el público. No puedes repetir los mismos prejuicios con distinto collar.
En muchas ocasiones, personas cuyo único problema es que no soportan ciertos sonidos son arrestados porque un desconocido con prejuicios llamó a la policía. Recordemos la primera película de Rambo, y cómo él sólo quería tomarse algo y proseguir su viaje.
Por mucho que se excusen en ser historias de entretenimiento, estos guiones están escritos con una estrechez de miras que pone en peligro a personas de verdad.
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