Parte de las dificultades de desarrollo que podemos tener los autistas se deben a que nos piden que imitemos a los demás, pero no tenemos un modelo de comportamiento con la madurez emocional suficiente.
Es decir, partimos con nuestra propia forma de pensar y de sentir, pero en el peor de los casos, el entorno lo trata de suprimir y suplantar por una programación basada en cómo piensan y sienten la mayoría de las personas. Ni siquiera eso. En realidad, se basa en cómo se ve desde fuera, sin importar sus procesos interiores.
Cuando esa programación es armónica en lo emocional, nos puede ayudar dentro de lo que cabe. Eventualmente recuperaremos nuestro propia identidad, pero al menos nos habremos estado apoyando en pilares consistentes.
En cambio, cuando esa programación se basa en puras reacciones emocionales, egoísmos y mediocridad cultural, se nos despoja de nuestra identidad y se nos fuerza a seguir un modelo de comportamiento incoherente con nuestras convicciones. Lo seguiremos solamente por miedo a las agresiones y castigos. No se diferencia de cuando irrumpían los bárbaros y secuestraban a los niños de otras culturas.
Los autistas tenemos nuestra propia cultura. Una cultura que puede traer muchísimos beneficios a la sociedad por entero. Podemos aprender otros idiomas para comunicarnos con los demás, pero deben respetar la existencia y el valor de nuestra lengua materna.
Arrebatarnos nuestras habilidades desde niños pensando que podremos vivir como otros personajes nos convierte en muertos vivientes. Es entonces cuando parecemos menos humanos. Es entonces cuando somos discapacitados. Es entonces cuando no nos podemos adaptar de ninguna manera. Porque ya no somos.
El concepto de concienciación o concientización del autismo ha sido una fase útil durante un tiempo. Pero no es la última frontera.
La concienciación es correr cincuenta metros lisos y empezar a frenar antes de llegar a la meta porque después hay un muro.
La aceptación del autismo, como un neurotipo más, es correr cien metros lisos y rebasar tus propias marcas porque después de la meta hay espacio de sobra.
Los autistas tenemos el derecho de vivir como autistas. A jugar del modo que nos hace felices. A aportar los valores que creemos útiles. A estudiar en un entorno donde se nos trate como seres humanos.
Los problemas que sufrimos en esta sociedad no surgen de caprichos ni de rigideces mentales por nuestra parte. Surgen de trampas y topes arbitrarios que pone una sociedad intolerante y enferma.
Yo nací entendiendo conceptos morales que la mayoría de las personas de mi entorno no tenía la capacidad de comprender; algunos, incluso a una edad mediana.
Siempre me pareció ilógico que un adulto sin corazón pudiera dar órdenes a un niño íntegro y más sabio. Que pudiera mandarle convertirse en una criatura inferior a un animal; pues al menos a los animales se les deja atender su instinto.
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