lunes, 31 de diciembre de 2018
Mutismo selectivo (I)
TW: Shutdown, saturación sensorial.
Suelo sufrir MUTISMO SELECTIVO en las rachas de mayor stress. Sobre todo, desde la adolescencia.
Para quien no sepa qué es: el mutismo selectivo significa que normalmente hablas, pero en determinados contextos no puedes, y no depende de ti.
Los últimos años he estado en unas actividades con muchas exigencias y he sufrido una serie de burnouts, unos más leves que otros. Ahora no tengo tanta confianza y autoestima como antes, deseo recuperarme del todo. Pero se hace difícil. Dentro de lo que cabe, siempre he sido bastante verbal y estas recientes dificultades para hablar se acusan más en mí. Mi entorno ya tiene unas expectativas basadas en cómo me he comportado durante mi niñez y juventud. Esto acrecienta mi ansiedad y ha aumentado mis momentos de no poder hablar.
Mi primer momento de mutismo selectivo reseñable fue en familia. Estaba a solas pensando en cosas abstractas e introspectivas y una tía entró de repente a preguntarme algo. Tenía las palabras para responder, pero por más que lo intenté, me fue imposible hablar. Mi tía insistió, se quedó esperando, y yo ya sólo podía esperar a que se fuera.
Otro momento a destacar: casi al final de un curso de formación laboral. Había llegado el calor. Los compañeros charlaban sin parar en un aula de mala acústica. La materia era la más difícil de todas. Los ordenadores no estaban configurados por igual y tuve que cambiarme dos veces de mesa. Para colmo, el profesor tenía la misma voz que un conocido político y me lo imaginaba dando discursos por el bien de la nación.
Todos estos elementos distractores hicieron que al tercer día me quedase rígido y no pudiera responder al profesor. Me ayudaron a salir, y en otra sala me llegaron a tomar la tensión y me dieron una botella de agua, mientras el conocido político que me daba clase seguía tratando de preguntar qué me había pasado. Esto fue años antes de mi diagnóstico, así que yo tenía una cierta idea de qué me pasaba pero no podía decir nada. De todos modos, si no habían reconocido mi shutdown como tal, tampoco me hubieran creído.
En un grado mucho menor, el mutismo selectivo me suele venir cuando paso por calles alborotadas, o establecimientos con música bailonga.
Acabo frecuentando locales poco ruidosos y de pocos clientes. Lo peor es cuando finalmente cierran. Espero que no me acaben conociendo como el cuervo agorero de las cafeterías.
martes, 25 de diciembre de 2018
Pirotecnia
Lo que yo llamo pirotecnia popular es una de las cosas más aterradoras a las que pueda acceder el ciudadano de a pie.
Cuando un ayuntamiento ejecuta un hermoso castillo de fuegos artificiales, puedo disfrutarlo. Quizá me ponga más lejos, quizá lo mire con las manos en los oídos, pero estaré sonriendo.
Al contrario, la pirotecnia comprada para uso "privado" hace imposible salir a la calle. Puedo estar súper feliz, pero cuando suene un petardo ya sé que no voy a poder relajarme en una hora. El estallido me provoca una reacción tan brusca que pierdo el ánimo, el hilo de pensamiento y toda sensación de seguridad. Es un auténtico shock.
Lo peor, aparte del susto, es la indignación de saber que hay gente que, aun habiéndonos quejado, se cree con derecho a meter ruido equiparando la legalidad con la legitimidad moral.
Si fueran ruidos de animales, me darían el susto, pero se quedaría en una anécdota graciosa.
En cambio, habiendo personas detrás de esos actos, además de la agitación sensorial sufro una conmoción emocional, pues quedamos a merced de auténticos perturbadores de la armonía social que no están siendo tratados como los agitadores que son. Se les trata como simpáticos y juguetones. Cuando me quejo, me tratan de exagerado y tiran explosivos más potentes aún. Me tratan de enfermo a mí, cuando el verdadero enfermo es el que no respeta los límites ajenos por más que se le pida.
Sólo queda huir. Pero en determinadas fechas y en determinadas ciudades, es imposible escapar. Tomes la calle que tomes, vas a encontrarte con bombazos en cada plaza. Más de una vez, mi única opción ha sido dar una vuelta bordeando un barrio entero por la periferia.
Ningún auricular puede solapar el espanto desacompasado que reina sobre toda opinión. Es arbitrario, es impredecible. Estamos a merced de unos inmaduros a quienes ni siquiera puedes regañar.
Si ellos supieran lo que sufrimos por lo que consideran un simple juego, se avergonzarían tanto que incluso dejarían de identificarse con su yo del pasado.
Cuando un ayuntamiento ejecuta un hermoso castillo de fuegos artificiales, puedo disfrutarlo. Quizá me ponga más lejos, quizá lo mire con las manos en los oídos, pero estaré sonriendo.
Al contrario, la pirotecnia comprada para uso "privado" hace imposible salir a la calle. Puedo estar súper feliz, pero cuando suene un petardo ya sé que no voy a poder relajarme en una hora. El estallido me provoca una reacción tan brusca que pierdo el ánimo, el hilo de pensamiento y toda sensación de seguridad. Es un auténtico shock.
Lo peor, aparte del susto, es la indignación de saber que hay gente que, aun habiéndonos quejado, se cree con derecho a meter ruido equiparando la legalidad con la legitimidad moral.
Si fueran ruidos de animales, me darían el susto, pero se quedaría en una anécdota graciosa.
En cambio, habiendo personas detrás de esos actos, además de la agitación sensorial sufro una conmoción emocional, pues quedamos a merced de auténticos perturbadores de la armonía social que no están siendo tratados como los agitadores que son. Se les trata como simpáticos y juguetones. Cuando me quejo, me tratan de exagerado y tiran explosivos más potentes aún. Me tratan de enfermo a mí, cuando el verdadero enfermo es el que no respeta los límites ajenos por más que se le pida.
Sólo queda huir. Pero en determinadas fechas y en determinadas ciudades, es imposible escapar. Tomes la calle que tomes, vas a encontrarte con bombazos en cada plaza. Más de una vez, mi única opción ha sido dar una vuelta bordeando un barrio entero por la periferia.
Ningún auricular puede solapar el espanto desacompasado que reina sobre toda opinión. Es arbitrario, es impredecible. Estamos a merced de unos inmaduros a quienes ni siquiera puedes regañar.
Si ellos supieran lo que sufrimos por lo que consideran un simple juego, se avergonzarían tanto que incluso dejarían de identificarse con su yo del pasado.
sábado, 22 de diciembre de 2018
¿Qué vamos a hacer? ¿Y luego?
Esta entrada tratará de la necesidad de saber qué vamos a hacer luego.
Pero también de chismes personales que sirven como ejemplo de cosas que puede sufrir cualquier persona de nuestro espectro.
He retomado contacto con una amiga de la que me había distanciado en un momento de cambios para evitar asociaciones emocionales inconvenientes.
Cuando tienes algo como una crisis de identidad, hay gente que aunque te quiera musho musho musho, te perjudica porque te recuerda cómo eras antes de empezar a crecer como persona.
Hace pocas semanas soñé que yo tenía un niño. ¿Era mi hijo? ¿Era mi niño interior? No lo sé, tenía un niño y lo iba a cuidar atentamente durante la tarde entera. Pero en determinado momento yo necesitaba salir durante medio minuto de un local de exposiciones hasta el lado opuesto del edificio. Esta amiga estaba en el local, y le pedía que cuidase a mi niño y que volvería en menos de un minuto. OK. Pues cuando volví, me había perdido al niño.
Así, con sueño desasosegante y todo, le di otra oportunidad cuando al otro día me volvió a escribir. Porque cuando estás creciendo como persona, hay gente que aunque te perjudique musho musho musho, te sirve como reflejo de tus propias limitaciones y de ese modo puedes conocerte más rápido.
No me acordaba de por qué me enfadaba tanto con ella antes de dejar de verla. Creo que hoy puedo responder con un mínimo margen de error: porque no me da suficientes avisos de lo que va a hacer.
Si yo te digo que vamos a ir primero a ver un local saliendo a la izquierda, luego a un bar y luego a otra calle, primero vamos a ir a ver un local saliendo a la izquierda, luego al bar y luego a la otra calle.
En cambio, esta amiga sale para la derecha, se pone a hablar en inglés con un tipo con mascarilla que se disponía a pintar un mural o bailar breakdance o qué sé yo, y no sé qué es lo que está pasando.
¿Por qué hemos salido hacia la derecha, Amiga-que-me-pierde-el-niño? ¡Así no empezamos bien!
Si quieres ser una grata amistad para una persona como yo:
* Avísame de los planes.
* Avísame de los cambios de planes.
* Avísame de que el plan vuelve a ser como al principio.
* ¿Por qué le hablas en inglés? Es negro, no extranjero.
* No, no quiero charlar con los adolescentes de la bici. No los voy a volver a ver en la vida.
Ningún plan es perfecto y siempre habrá cambios, pero cuando los haya, yo también lo quiero saber. Puede que se me ocurra una buena idea para mejorar la situación. Agradezco el no sentir que estoy de sobra, y que mi presencia y mi percepción también cuenta, en lugar de sentirme una mera mascota que acompaña sin preguntarse adónde. Así empezaron los lemmings, y míralos ahora en el fondo del barranco.
En un mundo de perpetua incertidumbre, si sabes algo no te lo calles. Ocultarme información no será una forma de ayudarme a valerme más en el caos. Será una forma de depender más de ti, porque siempre irás con ventaja.
Dicho de otro modo: cuanta menos atención le prestas a un niño, antes desaparece.
Pero también de chismes personales que sirven como ejemplo de cosas que puede sufrir cualquier persona de nuestro espectro.
He retomado contacto con una amiga de la que me había distanciado en un momento de cambios para evitar asociaciones emocionales inconvenientes.
Cuando tienes algo como una crisis de identidad, hay gente que aunque te quiera musho musho musho, te perjudica porque te recuerda cómo eras antes de empezar a crecer como persona.
Hace pocas semanas soñé que yo tenía un niño. ¿Era mi hijo? ¿Era mi niño interior? No lo sé, tenía un niño y lo iba a cuidar atentamente durante la tarde entera. Pero en determinado momento yo necesitaba salir durante medio minuto de un local de exposiciones hasta el lado opuesto del edificio. Esta amiga estaba en el local, y le pedía que cuidase a mi niño y que volvería en menos de un minuto. OK. Pues cuando volví, me había perdido al niño.
Así, con sueño desasosegante y todo, le di otra oportunidad cuando al otro día me volvió a escribir. Porque cuando estás creciendo como persona, hay gente que aunque te perjudique musho musho musho, te sirve como reflejo de tus propias limitaciones y de ese modo puedes conocerte más rápido.
No me acordaba de por qué me enfadaba tanto con ella antes de dejar de verla. Creo que hoy puedo responder con un mínimo margen de error: porque no me da suficientes avisos de lo que va a hacer.
Si yo te digo que vamos a ir primero a ver un local saliendo a la izquierda, luego a un bar y luego a otra calle, primero vamos a ir a ver un local saliendo a la izquierda, luego al bar y luego a la otra calle.
En cambio, esta amiga sale para la derecha, se pone a hablar en inglés con un tipo con mascarilla que se disponía a pintar un mural o bailar breakdance o qué sé yo, y no sé qué es lo que está pasando.
¿Por qué hemos salido hacia la derecha, Amiga-que-me-pierde-el-niño? ¡Así no empezamos bien!
Si quieres ser una grata amistad para una persona como yo:
* Avísame de los planes.
* Avísame de los cambios de planes.
* Avísame de que el plan vuelve a ser como al principio.
* ¿Por qué le hablas en inglés? Es negro, no extranjero.
* No, no quiero charlar con los adolescentes de la bici. No los voy a volver a ver en la vida.
Ningún plan es perfecto y siempre habrá cambios, pero cuando los haya, yo también lo quiero saber. Puede que se me ocurra una buena idea para mejorar la situación. Agradezco el no sentir que estoy de sobra, y que mi presencia y mi percepción también cuenta, en lugar de sentirme una mera mascota que acompaña sin preguntarse adónde. Así empezaron los lemmings, y míralos ahora en el fondo del barranco.
En un mundo de perpetua incertidumbre, si sabes algo no te lo calles. Ocultarme información no será una forma de ayudarme a valerme más en el caos. Será una forma de depender más de ti, porque siempre irás con ventaja.
Dicho de otro modo: cuanta menos atención le prestas a un niño, antes desaparece.
¿Avisar o traumatizar?
TW: spoilers de un cortometraje violento.
Hoy en Madrid se celebraban proyecciones de cortometrajes. Fui a ver qué tal, porque siempre que he estado en muestras de cortos ha habido uno que valía la pena. Hoy valieron la pena dos. Hablaré del que proyectaron al final, pero no diré el título.
El último corto era muy intrigante y misterioso.
Nos incorporábamos a la historia poco después de cierto evento. No nos lo enseñaban, pero había dejado a todos los personajes muy agitados emocionalmente. Al protagonista no le había pasado. Pero los demás seguían tan confusos que se ponían violentos contra el protagonista.
Me estaba gustando mucho el rumbo que tomaba el guion. Hay que ser muy habilidoso para hablar de una cosa horripilante que ha pasado antes de empezar el corto y cerrar la trama dejando a la imaginación. Pero en fin...
Al llegar el final, sucedía otra vez esa cosa tan espantosa y terrorífica, y esta vez los espectadores lo veíamos. La verdad es que podríamos considerar que la escalada de violencia va avisándote de cómo puede terminar la cosa. Igualmente, a mí me pareció muy brusco porque el guion dio un giro inesperado que justificaba todo, pero a costa de hacerte sentir lo mismo que todas las víctimas del evento, que seguían a salvo, pero con esas imágenes grotescas en la mente.
En líneas generales, a partir de cierta edad yo he prescindido de avisos previos porque me parece que "arruinan la experiencia". Pero hoy, este corto me revolvió y llegué a sufrir un ligero amago de desmayo.
Todo porque no vi los cortos en el típico salón de actos municipal, sino en un ateneo popular. Esos sitios te permiten ver cosas que nunca habrías visto en un aburrido teatro del ayuntamiento, pero también hace que bajes la guardia si los organizadores te han puesto justo antes un par de típicos cortos graciosillos de Youtube. No ves el golpe venir.
No me apetece decir aquí el título del cortometraje porque creo que equivaldría a ayudarlo a publicitarse por el morbo, en lugar de porque sea muy original y tenga una factura técnica envidiable. Quiero centrarme en otro mensaje:
Incluso las personas menos adictas a los avisos de contenidos acaban sufriendo un shock por algo que les ha saltado en internet, o por la escena del sueño en el desierto de Caótica Ana, o en el sitio más inesperado.
Hay quien juega con ello para ganar reacciones, como en el cine de terror actual. Hasta el punto de que una película más sutil como La bruja (THE VVITCH) es vilipendiada por los jóvenes porque no tiene más sustos que los que tú quieras imaginar.
Así pues, esto no va a cambiar de un día para otro. Por el momento, los Trigger Warnings seguirán en círculos de neurodivergencia y poco más. Pero vamos a echar por tierra de una buena vez ese discurso de que hay que espabilar porque en la vida real no hay sitios seguros.
No hay sitios seguros allá donde no hay personas fiables. Una persona de confianza bajará la música para ti, o apagará un momento las luces de Navidad porque parpadean demasiado.
El mal no está en que yo me haya violentado, reacción perfectamente natural.
Tampoco creo que lo inapropiado esté en quien no suele poner avisos de contenido, pues acaba siendo imposible tener en consideración todos los posibles disparadores de stress.
El terror en estos casos viene de la gente a la que pides una rectificación necesaria y no te hace caso. Si a mí me traes una lista de todos los triggers que has encontrado, la pondré. No siempre sabré reconocer qué expresiones pueden resultar hostiles para alguien. Pero si empiezo sutil, trataré de terminar igual de sutil, y no a lo bruto.
Continuaré este tema tangencialmente en la siguiente entrada.
Hoy en Madrid se celebraban proyecciones de cortometrajes. Fui a ver qué tal, porque siempre que he estado en muestras de cortos ha habido uno que valía la pena. Hoy valieron la pena dos. Hablaré del que proyectaron al final, pero no diré el título.
El último corto era muy intrigante y misterioso.
Nos incorporábamos a la historia poco después de cierto evento. No nos lo enseñaban, pero había dejado a todos los personajes muy agitados emocionalmente. Al protagonista no le había pasado. Pero los demás seguían tan confusos que se ponían violentos contra el protagonista.
Me estaba gustando mucho el rumbo que tomaba el guion. Hay que ser muy habilidoso para hablar de una cosa horripilante que ha pasado antes de empezar el corto y cerrar la trama dejando a la imaginación. Pero en fin...
Al llegar el final, sucedía otra vez esa cosa tan espantosa y terrorífica, y esta vez los espectadores lo veíamos. La verdad es que podríamos considerar que la escalada de violencia va avisándote de cómo puede terminar la cosa. Igualmente, a mí me pareció muy brusco porque el guion dio un giro inesperado que justificaba todo, pero a costa de hacerte sentir lo mismo que todas las víctimas del evento, que seguían a salvo, pero con esas imágenes grotescas en la mente.
En líneas generales, a partir de cierta edad yo he prescindido de avisos previos porque me parece que "arruinan la experiencia". Pero hoy, este corto me revolvió y llegué a sufrir un ligero amago de desmayo.
Todo porque no vi los cortos en el típico salón de actos municipal, sino en un ateneo popular. Esos sitios te permiten ver cosas que nunca habrías visto en un aburrido teatro del ayuntamiento, pero también hace que bajes la guardia si los organizadores te han puesto justo antes un par de típicos cortos graciosillos de Youtube. No ves el golpe venir.
No me apetece decir aquí el título del cortometraje porque creo que equivaldría a ayudarlo a publicitarse por el morbo, en lugar de porque sea muy original y tenga una factura técnica envidiable. Quiero centrarme en otro mensaje:
Incluso las personas menos adictas a los avisos de contenidos acaban sufriendo un shock por algo que les ha saltado en internet, o por la escena del sueño en el desierto de Caótica Ana, o en el sitio más inesperado.
Hay quien juega con ello para ganar reacciones, como en el cine de terror actual. Hasta el punto de que una película más sutil como La bruja (THE VVITCH) es vilipendiada por los jóvenes porque no tiene más sustos que los que tú quieras imaginar.
Así pues, esto no va a cambiar de un día para otro. Por el momento, los Trigger Warnings seguirán en círculos de neurodivergencia y poco más. Pero vamos a echar por tierra de una buena vez ese discurso de que hay que espabilar porque en la vida real no hay sitios seguros.
No hay sitios seguros allá donde no hay personas fiables. Una persona de confianza bajará la música para ti, o apagará un momento las luces de Navidad porque parpadean demasiado.
El mal no está en que yo me haya violentado, reacción perfectamente natural.
Tampoco creo que lo inapropiado esté en quien no suele poner avisos de contenido, pues acaba siendo imposible tener en consideración todos los posibles disparadores de stress.
El terror en estos casos viene de la gente a la que pides una rectificación necesaria y no te hace caso. Si a mí me traes una lista de todos los triggers que has encontrado, la pondré. No siempre sabré reconocer qué expresiones pueden resultar hostiles para alguien. Pero si empiezo sutil, trataré de terminar igual de sutil, y no a lo bruto.
Continuaré este tema tangencialmente en la siguiente entrada.
martes, 18 de diciembre de 2018
Funciones ejecutivas
Las funciones ejecutivas son la capacidad para gestionar distintas tareas de un modo fluido. Por definición, con el TDA/H se tiene una disfunción ejecutiva que dificulta alternar actividades aunque sean placenteras o sencillas. Pero también es una comorbilidad común en el autismo.
EJEMPLOS
Tengo que tirar a la basura algo que se me cayó. O sea, que tengo que agacharme a recoger el objeto y luego alzarme de nuevo y luego llevarlo a la papelera que está a dos metros y agacharme otra vez y luego abrir la tapadera y luego echar el objeto dentro y luego cerrar la tapadera.
Esta serie de pasos es muy sencilla, pero puede ser aún más sencilla si me agacho, recojo el objeto, y lo llevo agachado durante los dos metros.
Tengo que subir un bordillo de acera. Es decir, que tengo que plantar la mayoría de mi peso en una pierna, alzar la otra, colocarla sobre la acera, cambiar mi peso a esa nueva superficie y alzar la primera pierna para seguir caminando.
O también puedo subirla de un saltito.
Tengo que ir el sábado a la casa de unos amigos que me han invitado, pero nunca he estado en ese barrio. Tendría que copiarme un croquis para ir el mismo día, aunque la travesía se me haga psicológicamente tan larga o densa que llegue un poco cansado.
O también puedo ir a conocer la zona antes del sábado.
Tengo que fregar mi plato. Es decir: llevar el plato sucio al grifo, agarrar la esponja, mojar la esponja, sentir cómo se mojan mis manos y mis muñecas (y quizá mis mangas, haciendo persistir la sensación de humedad durante varios minutos), comprobar si la esponja suelta jabón, echárselo si no, frotar con la esponja el plato, aclarar el plato y dejarlo en el escurridor, sintiendo cómo una gota de agua se cuela por mi manga hasta el codo.
O también puedo esperarme y fregar cuando la pila esté más llena o yo me sienta mejor autorregulado, para ahorrarme tantas sensaciones y tantos pasos. Después de todo, aunque tarde, una vez empiece a hacerlo nadie me podrá parar.
EJEMPLOS
Tengo que tirar a la basura algo que se me cayó. O sea, que tengo que agacharme a recoger el objeto y luego alzarme de nuevo y luego llevarlo a la papelera que está a dos metros y agacharme otra vez y luego abrir la tapadera y luego echar el objeto dentro y luego cerrar la tapadera.
Esta serie de pasos es muy sencilla, pero puede ser aún más sencilla si me agacho, recojo el objeto, y lo llevo agachado durante los dos metros.
Tengo que subir un bordillo de acera. Es decir, que tengo que plantar la mayoría de mi peso en una pierna, alzar la otra, colocarla sobre la acera, cambiar mi peso a esa nueva superficie y alzar la primera pierna para seguir caminando.
O también puedo subirla de un saltito.
Tengo que ir el sábado a la casa de unos amigos que me han invitado, pero nunca he estado en ese barrio. Tendría que copiarme un croquis para ir el mismo día, aunque la travesía se me haga psicológicamente tan larga o densa que llegue un poco cansado.
O también puedo ir a conocer la zona antes del sábado.
Tengo que fregar mi plato. Es decir: llevar el plato sucio al grifo, agarrar la esponja, mojar la esponja, sentir cómo se mojan mis manos y mis muñecas (y quizá mis mangas, haciendo persistir la sensación de humedad durante varios minutos), comprobar si la esponja suelta jabón, echárselo si no, frotar con la esponja el plato, aclarar el plato y dejarlo en el escurridor, sintiendo cómo una gota de agua se cuela por mi manga hasta el codo.
O también puedo esperarme y fregar cuando la pila esté más llena o yo me sienta mejor autorregulado, para ahorrarme tantas sensaciones y tantos pasos. Después de todo, aunque tarde, una vez empiece a hacerlo nadie me podrá parar.
Diagnóstico a los 30
¿Cómo pude llegar a los 30 sin diagnóstico?
Por ignorancia; también mía.
Cuando la escuela se empezó a poner estricta y se me hizo cada vez más difícil "ser normal" (enmascarar mis rasgos autistas), hubo un par de momentos en los que algún profesor se fijó en mí. Entonces me hacían preguntas, pero tenía tanta experiencia en imitar a los demás que me consideraban una falsa alarma y no me volvían a preguntar.
Yo podría haber sospechado algo seriamente, pero era la pieza central, no tenía información suficiente y vivía en negación.
Hace 20 años, los únicos autistas que salían por la tele eran los que daban espectáculo. Como el de la película Rain Man (que mi madre no me dejó ver pero siempre han usado para ilustrar noticias). O como el niño de Mercury Rising, que leía códigos secretos y se escapaba de Bruce Willis corriendo (y mi padre se enfadaba y lo insultaba cada vez que lo hacía).
Así pues, basándome en lo poco que conocía, no me quedaba otra opción que decirme a mí mismo: "¡Yo no soy autista! ¿Qué pintan esos imbéciles de clase llamándome eso? ¡Yo soy más inteligente que ellos! Además, si yo fuese autista, mi padre no me querría..."
Hoy en día hay más representación en los medios.
Ahí tienen series como el remake de la coreana The Good Doctor, o algún otro personaje cuyos creadores niegan que esté en el espectro para poder seguir usándolo como chiste. Series que no son perfectas, pero al menos ya no pensamos en Dustin Hoffman contando cartas o en un niño savant con Bruce Willis corriendo detrás.
Sigue habiendo personas que viven nadando en la duda, pero ahora cabe una duda razonable que las impulsará a la superficie.
Por ignorancia; también mía.
Cuando la escuela se empezó a poner estricta y se me hizo cada vez más difícil "ser normal" (enmascarar mis rasgos autistas), hubo un par de momentos en los que algún profesor se fijó en mí. Entonces me hacían preguntas, pero tenía tanta experiencia en imitar a los demás que me consideraban una falsa alarma y no me volvían a preguntar.
Yo podría haber sospechado algo seriamente, pero era la pieza central, no tenía información suficiente y vivía en negación.
Hace 20 años, los únicos autistas que salían por la tele eran los que daban espectáculo. Como el de la película Rain Man (que mi madre no me dejó ver pero siempre han usado para ilustrar noticias). O como el niño de Mercury Rising, que leía códigos secretos y se escapaba de Bruce Willis corriendo (y mi padre se enfadaba y lo insultaba cada vez que lo hacía).
Así pues, basándome en lo poco que conocía, no me quedaba otra opción que decirme a mí mismo: "¡Yo no soy autista! ¿Qué pintan esos imbéciles de clase llamándome eso? ¡Yo soy más inteligente que ellos! Además, si yo fuese autista, mi padre no me querría..."
Hoy en día hay más representación en los medios.
Ahí tienen series como el remake de la coreana The Good Doctor, o algún otro personaje cuyos creadores niegan que esté en el espectro para poder seguir usándolo como chiste. Series que no son perfectas, pero al menos ya no pensamos en Dustin Hoffman contando cartas o en un niño savant con Bruce Willis corriendo detrás.
Sigue habiendo personas que viven nadando en la duda, pero ahora cabe una duda razonable que las impulsará a la superficie.
martes, 4 de diciembre de 2018
Changelings
El folklore británico conserva el mito de los "changeling", o niños cambiados.
Se contaba que, a veces, los duendes secuestraban a niños perfectamente sanos y los sustituían por bebés de los duendes, con apariencia humana.
Esta leyenda era utilizada en una época anterior a las vacunas para justificar por qué los padres ya no eran capaces de entender el comportamiento de sus hijos... O para justificar por qué los abandonaban en el bosque.
Como hoy en día no creemos en los duendes, hay quien culpa a las vacunas. De nuevo, falta de información.
Se contaba que, a veces, los duendes secuestraban a niños perfectamente sanos y los sustituían por bebés de los duendes, con apariencia humana.
Esta leyenda era utilizada en una época anterior a las vacunas para justificar por qué los padres ya no eran capaces de entender el comportamiento de sus hijos... O para justificar por qué los abandonaban en el bosque.
Como hoy en día no creemos en los duendes, hay quien culpa a las vacunas. De nuevo, falta de información.
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