La aceptación del autismo (entendida como condición neurológica y no como una lista de trastornos) es un MUST en nuestra sociedad.
Las personas más interesantes que yo he conocido en la vida real, en figuras de la historia y en personajes ficticios estaban dentro del espectro autista.
Amigas fascinantes cuyas reflexiones llenan la sala de admiración (una vez se le permite un mínimo y decoroso silencio).
Científicos que se atrevían a decir algo que todavía no se podía decir (a costa de su vida).
El profesor Lidenbrock, guiando el paso al centro de la Tierra y dejando a su sobrina en casa para que no corra peligros entre los vapores tectónicos (no como en varias adaptaciones al cine, donde la pequeña Grauben se apunta al viaje y nadie dice nada).
Es más fácil aprender que desaprender. Si no sabes nada de un asunto y un experto te ayuda, sabrás todo enseguida.
Pero si el grueso de la población lleva décadas tragando fallos de apreciación basados en prejuicios, los autistas tendremos más trabajo por delante para enseñar que aunque muchos del colectivo tengan también discapacidad intelectual, el autismo no es una discapacidad intelectual. O enseñar que lo nuestro no es falta de empatía, sino una empatía distinta (el tema de la empatía merece dedicación aparte, porque incluso remarcar estas cosas sin entrar en detalles puede llevar a conclusiones incompletas donde también cabría el prejucio).
Paso a paso.
A veces es abrumador la cantidad de gente que necesita guía, y no hablemos de apoyo. Alguien pregunta un detalle puntual y tienes que retorcerte los sesos para explicar lo importante sin llegar a escribirle un artículo de divulgación de mil palabras. Para colmo, siempre aparece el estafador que menciona el MMS de pasada, como quien no quiere la cosa. Y los quince minutos que querías dedicar a los foros se convierten en una hora porque tienes que rebatir las falacias de los que venden curas fantasiosas de dar de beber lejía en luna llena.
Pero siempre tenemos que seguir adelante porque los adultos ya hemos vivido en una sociedad de ignorancia respecto a nuestra forma de percibir la realidad. Y ya sabemos que nadie se merece vivir en el fondo de un pozo.
Para terminar, y hablando de pozos, Sadako Yamamura hubiera sido una actriz memorable y una artista audiovisual de renombre. Pero nadie aceptó sus poderes especiales, le echaron al culpa a los duendes de la salmuera y la arrojaron a un pozo. Por eso en lugar de en una amable señora, se convirtió en un bicho pringoso que te emborrona la cara en las fotos.
Ya sé que The Ring es ficción, pero la moraleja es la misma. Los autistas (y los neurodivergentes en general) tenemos un potencial inimaginable, y podemos aportar maravillas que aún están por llegar. Depende de la actitud de una mayoría (que sólo es poderosa porque es mayoría) aceptarnos tal como somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos. Porque no puede haber un futuro mejor que el futuro de la aceptación.
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