Taparse los oídos no tiene edad.
No debe verse como una conducta negativa sino como lo que es: una defensa contra un ruido que daña.
lunes, 23 de julio de 2018
¡Baila, baila, maldito!
El baile es una forma de expresión muy personal e incluso íntima. Gente autista como yo puede bailar en entornos de confianza y/o de amor. Bailar para uno mismo. Bailar para alguien especial en privado. Pero bailar entre multitudes puede ser desagradable, sobre todo cuando alguien te fuerza a ello.
No sabes en qué rincón protegerte de las estampidas de bueyes y de los alaridos de los altavoces.
Es muy violento que los demás esperen de ti que hagas algo tan íntimo delante de todos. Es una violación de la propia autonomía corporal.
No sabes en qué rincón protegerte de las estampidas de bueyes y de los alaridos de los altavoces.
Es muy violento que los demás esperen de ti que hagas algo tan íntimo delante de todos. Es una violación de la propia autonomía corporal.
jueves, 19 de julio de 2018
Entonces, ¿es una discapacidad?
Hay quien evita acercarse a los grados de discapacidad alegando que lo suyo no es discapacidad. En ciertos países es lógico, ya que reina el capacitismo y se niegan accesos porque sí. Otras veces es por tener una concepción de la discapacidad anticuada.
Pero el grado de discapacidad es un apoyo y un derecho necesario. Así se obtienen adaptaciones y acomodaciones para poder estar en ciertos ámbitos a la misma altura que los demás. ¿Prefieren tener que hacer todo el esfuerzo, o un poco de justicia social?
No escuchen al ego: la discapacidad no es inferioridad, no es rendirse; es todo lo contrario, es aceptarse y poder conocerse para trascender en el día a día.
Primero habrá que amarse para poder interactuar con los demás, y con la negación nada de eso es posible.
Pero el grado de discapacidad es un apoyo y un derecho necesario. Así se obtienen adaptaciones y acomodaciones para poder estar en ciertos ámbitos a la misma altura que los demás. ¿Prefieren tener que hacer todo el esfuerzo, o un poco de justicia social?
No escuchen al ego: la discapacidad no es inferioridad, no es rendirse; es todo lo contrario, es aceptarse y poder conocerse para trascender en el día a día.
Primero habrá que amarse para poder interactuar con los demás, y con la negación nada de eso es posible.
sábado, 14 de julio de 2018
Dietas
Algunos casos de estereotipias excesivas vienen indirectamente de alimentación inadecuada, tóxicos, etc. Y digo indirectamente porque esos contratiempos provocan una agitación en el organismo que se traduce en una agitación emocional, que a su vez se traduce en más estereotipias que antes. Pero la causa está en las emociones, no en lo que causa las emociones.
Sería muy capcioso por mi parte decir que comer sandía provoca resfriados. Si te la tomas muy fría, te hará daño a la garganta, pero lo que ha provocado el mal no es la sandía, es el frío.
Del mismo modo, el gluten cuando no es tolerado y las inflamaciones no provocan estereotipias por sí mismas. Cualquier disrupción en el organismo provocará secuelas en el sistema que se manifestarán en las emociones.
¿Cómo se manifiestan las emociones? Con formas diversas, y entre ellas están las estereotipias.
Todas las personas tenemos las nuestras y las hay de muchos tipos. Las de tipo oral a veces ni siquiera son reconocidas como tal porque la gente que fuma o come mucho también las hace.
Por eso hace falta representación y una aceptación de nuestras características.
Sería muy capcioso por mi parte decir que comer sandía provoca resfriados. Si te la tomas muy fría, te hará daño a la garganta, pero lo que ha provocado el mal no es la sandía, es el frío.
Del mismo modo, el gluten cuando no es tolerado y las inflamaciones no provocan estereotipias por sí mismas. Cualquier disrupción en el organismo provocará secuelas en el sistema que se manifestarán en las emociones.
¿Cómo se manifiestan las emociones? Con formas diversas, y entre ellas están las estereotipias.
Todas las personas tenemos las nuestras y las hay de muchos tipos. Las de tipo oral a veces ni siquiera son reconocidas como tal porque la gente que fuma o come mucho también las hace.
Por eso hace falta representación y una aceptación de nuestras características.
jueves, 12 de julio de 2018
Contacto visual, validación ajena
TW: misautismia, conductismo.
Muchas familias recurren a gafas de Groucho Marx y recompensas conductuales porque se preguntan:
"¿Cómo lograr el contacto visual en autistas?"
La respuesta resumida es: si llega, llegará por sí mismo.
El contacto visual sólo sirve como forma de validación hacia a la otra persona. A los autistas se nos fuerza desde pequeños a supeditar la validación de cualquier otro antes que a la nuestra. Cuando se nos hacen estos "juegos" se nos invalida a costa de otros.
No estoy de acuerdo en que se nos deba forzar comportamientos ajenos que nos causan ansiedad para evitar inseguridades precisamente a los que dicen ser más empáticos.
Es como si a alguien en silla de ruedas se le pide que haga el favor de subir arrastrándose por la escalera porque para cuatro escalones no vale la pena poner rampa.
El contacto visual ya llegará. O no, porque no es asunto de los demás. Mientras, no abusen de nuestra autonomía.
Las dinámicas sociales deben sentirse como algo natural. Utilizar el conductismo para disfrazar nuestros rasgos sólo sirve para no causar incomodidades a los que no saben aceptar la neurodiversidad precisamente porque al ocultarlo siguen sin informarse.
Debajo de nuestros rasgos disfrazados queda la ansiedad de no sentirte tú, como si fueras una marioneta. Es entonces cuando sentimos esa desconexión, de la que además nos responsabilizan.
Concuerdo con lo de que a cada cual le funciona una cosa. Lo que hago aquí es hacer de vocero de la gente a quien la psicología conductual ha destrozado su equilibrio interior, porque me siento identificado. No he tenido diagnóstico hasta los 30 años y los peores momentos de mi infancia empezaron cuando alguien decidió que no miraba suficiente a los ojos. Si me hubieran dejado en paz, habría desarrollado mis otras facultades primero y después el contacto visual hubiera sido más consciente, y no una impostura social para pasar desapercibido y no sufrir abusos. Por eso digo que no se debe pedir contacto visual de forma sistemática, porque lo tengo comprobado de primera mano: sólo sirve para excluir a las personas que no pueden; la razón no importa.
Una sociedad inclusiva es la que acepta que hay quien puede y hay quien no. Una terapia que toma a todos por el mismo rasero no aboga por la verdadera inclusión, sino sólo por la integración, ya que no considera los sentimientos individuales de sus pacientes.
Recalco cada palabra de lo que he dicho arriba, con el matiz necesario de que, efectivamente, cada cual tiene ciertas necesidades. Tenemos diferencias individuales. Y estas son las mías y las de millones de personas. No se puede tratar de "actitud" lo que es una réplica a un dogma que basa sus resultados en que los pacientes cambien su comportamiento observable. La mayoría de veces que en mi vida han criticado mi "actitud", luego he podido comprobar que esa supuesta actitud era un constructo imaginario basado en un sentimiento de ofensa en aquello en lo que cimentaron su identidad. Es decir: para quienes piensan que tengo la razón, mis respuestas son réplicas; para quienes sufren una herida en su ego, lo perciben como una actitud inflexible.
Imagina vivir en una sociedad en la que se acepta como normal el hábito de saludarnos besándonos en la boca. Si yo me niego, no estoy teniendo un problema de conducta o un trastorno social. Es que no quiero, y no debería tener que explicar por qué; es que la única forma de seguir respetándome es evitando hacer lo que otros ven normal y yo no. Esa es la verdadera actitud: la de respetarse a uno mismo.
Los niños establecen contacto visual con ciertas personas sí y con ciertas personas no, del mismo modo que en el ejemplo yo besaría en la boca a algunas personas sí y a ciertas personas no. Conozco a alguien de mi entorno que tiene unos ojos que me dan miedo. ¿Tú besarías una boca podrida sólo porque los demás lo hacen? A veces, no hacer algo no es actitud, sino prioridades.
Algunas terapias están diseñadas para anular comportamientos observables sin entender su raíz. Esas son las que merecen críticas, hasta que todas las familias sepan distinguir las abusivas de las beneficiosas.
Prefiero equivocarme a veces y quedar como un alarmista, antes que una sola de las prácticas de las que he leído malas experiencias en blogs de autistas adultos pasen como algo 100% bueno.
Lo de los niveles: la verdad es que debería matizar. No existen como una casta rígida. Existen como una etiqueta orientativa. Un llamado nivel 1 sin apoyos o habiendo sufrido un burnout parecerá nivel 2, y si quien lo diagnostica lo conoce en ese momento, con ese grado lo dejará durante mucho tiempo.
La idea de grados se contradice con el concepto de espectro.
Es muy importante, precisamente porque cada cual tenemos diferentes necesidades, no generalizar; jamás generalizar; no tenemos que hacer contacto visual con todos.
Conozco a un encargado de sucursal bancaria que jamás mira a los ojos cuando habla: ¿debemos despedirlo de su empleo y poner en su lugar a un muñeco de plástico que sí siga la mirada?
En ninguna parte de tu publicación dice forzar, faltaría más. Porque desde hace décadas se ve mejor utilizar un eufemismo como estimular. ¿Qué otra cosa hacer desde unas terapias que generalizan a los pacientes según grados que contradicen la cada vez más abundante experiencia?
Siento muchísimo los mordiscos y la soledad, pero cada uno habla de lo que sabe; este es el valor de aportar a un foro. La visión global y objetiva se formará entre todas las perspectivas subjetivas que reunamos.
Muchas familias recurren a gafas de Groucho Marx y recompensas conductuales porque se preguntan:
"¿Cómo lograr el contacto visual en autistas?"
La respuesta resumida es: si llega, llegará por sí mismo.
El contacto visual sólo sirve como forma de validación hacia a la otra persona. A los autistas se nos fuerza desde pequeños a supeditar la validación de cualquier otro antes que a la nuestra. Cuando se nos hacen estos "juegos" se nos invalida a costa de otros.
No estoy de acuerdo en que se nos deba forzar comportamientos ajenos que nos causan ansiedad para evitar inseguridades precisamente a los que dicen ser más empáticos.
Es como si a alguien en silla de ruedas se le pide que haga el favor de subir arrastrándose por la escalera porque para cuatro escalones no vale la pena poner rampa.
El contacto visual ya llegará. O no, porque no es asunto de los demás. Mientras, no abusen de nuestra autonomía.
Las dinámicas sociales deben sentirse como algo natural. Utilizar el conductismo para disfrazar nuestros rasgos sólo sirve para no causar incomodidades a los que no saben aceptar la neurodiversidad precisamente porque al ocultarlo siguen sin informarse.
Debajo de nuestros rasgos disfrazados queda la ansiedad de no sentirte tú, como si fueras una marioneta. Es entonces cuando sentimos esa desconexión, de la que además nos responsabilizan.
[A partir de aquí, son fragmentos de respuestas en un foro]
Una sociedad inclusiva es la que acepta que hay quien puede y hay quien no. Una terapia que toma a todos por el mismo rasero no aboga por la verdadera inclusión, sino sólo por la integración, ya que no considera los sentimientos individuales de sus pacientes.
Recalco cada palabra de lo que he dicho arriba, con el matiz necesario de que, efectivamente, cada cual tiene ciertas necesidades. Tenemos diferencias individuales. Y estas son las mías y las de millones de personas. No se puede tratar de "actitud" lo que es una réplica a un dogma que basa sus resultados en que los pacientes cambien su comportamiento observable. La mayoría de veces que en mi vida han criticado mi "actitud", luego he podido comprobar que esa supuesta actitud era un constructo imaginario basado en un sentimiento de ofensa en aquello en lo que cimentaron su identidad. Es decir: para quienes piensan que tengo la razón, mis respuestas son réplicas; para quienes sufren una herida en su ego, lo perciben como una actitud inflexible.
Imagina vivir en una sociedad en la que se acepta como normal el hábito de saludarnos besándonos en la boca. Si yo me niego, no estoy teniendo un problema de conducta o un trastorno social. Es que no quiero, y no debería tener que explicar por qué; es que la única forma de seguir respetándome es evitando hacer lo que otros ven normal y yo no. Esa es la verdadera actitud: la de respetarse a uno mismo.
Los niños establecen contacto visual con ciertas personas sí y con ciertas personas no, del mismo modo que en el ejemplo yo besaría en la boca a algunas personas sí y a ciertas personas no. Conozco a alguien de mi entorno que tiene unos ojos que me dan miedo. ¿Tú besarías una boca podrida sólo porque los demás lo hacen? A veces, no hacer algo no es actitud, sino prioridades.
Algunas terapias están diseñadas para anular comportamientos observables sin entender su raíz. Esas son las que merecen críticas, hasta que todas las familias sepan distinguir las abusivas de las beneficiosas.
Prefiero equivocarme a veces y quedar como un alarmista, antes que una sola de las prácticas de las que he leído malas experiencias en blogs de autistas adultos pasen como algo 100% bueno.
Lo de los niveles: la verdad es que debería matizar. No existen como una casta rígida. Existen como una etiqueta orientativa. Un llamado nivel 1 sin apoyos o habiendo sufrido un burnout parecerá nivel 2, y si quien lo diagnostica lo conoce en ese momento, con ese grado lo dejará durante mucho tiempo.
La idea de grados se contradice con el concepto de espectro.
Es muy importante, precisamente porque cada cual tenemos diferentes necesidades, no generalizar; jamás generalizar; no tenemos que hacer contacto visual con todos.
Conozco a un encargado de sucursal bancaria que jamás mira a los ojos cuando habla: ¿debemos despedirlo de su empleo y poner en su lugar a un muñeco de plástico que sí siga la mirada?
En ninguna parte de tu publicación dice forzar, faltaría más. Porque desde hace décadas se ve mejor utilizar un eufemismo como estimular. ¿Qué otra cosa hacer desde unas terapias que generalizan a los pacientes según grados que contradicen la cada vez más abundante experiencia?
Siento muchísimo los mordiscos y la soledad, pero cada uno habla de lo que sabe; este es el valor de aportar a un foro. La visión global y objetiva se formará entre todas las perspectivas subjetivas que reunamos.
viernes, 6 de julio de 2018
Sí, nos tapamos los oídos
TW: capacitismo, misautismia, otra vez altavoces altos.
Las únicas maneras humanas y amorosas de evitar que tu hijo se tape los oídos son:
a) que use tapones o aislantes acústicos.
b) pedir a quien causa el alboroto que baje el volumen.
Cuando cualquier persona oye un sonido que no puede soportar, ya sea por volumen o por texturas, lo natural es taparse los oídos para bloquear aquello que lo tortura.
Los cerebros de los neurotípicos cuentan con filtros sensoriales que atenúan los estímulos cuando son excesivos.
En cambio, los autistas mayormente percibimos el entorno sin filtros. O sea, que cuando un ruido es demasiado alto, nosotros lo oímos tan alto como es en realidad.
¿No se han preguntado por qué la Organización Mundial de la Salud distribuye cada cierto tiempo estudios sobre el límite de decibelios, y cómo son sobrepasados de forma sistemática?
Porque debido a los filtros neurotípicos, los límites de decibelios no se están respetando. Entonces nos toca a los autistas taparnos los oídos y... ¡sorpresa! Nos dicen que es un comportamiento patológico a evitar.
Llegan las terapias ocupacionales con sus manipulaciones de la psicología conductista y al final el niño no se tapa los oídos. Claro, porque le han hecho chantaje emocional para que haga cualquier cosa menos eso. No porque no sienta sus oídos retumbar. No porque no se muera de ansiedad por dentro.
Lo que es patológico es que los supuestamente "normales" no sean capaces de darse cuenta de que los altavoces ya están demasiado altos, y en su lugar nos fuercen a fingir que todo está bien.
Las únicas maneras humanas y amorosas de evitar que tu hijo se tape los oídos son:
a) que use tapones o aislantes acústicos.
b) pedir a quien causa el alboroto que baje el volumen.
Cuando cualquier persona oye un sonido que no puede soportar, ya sea por volumen o por texturas, lo natural es taparse los oídos para bloquear aquello que lo tortura.
Los cerebros de los neurotípicos cuentan con filtros sensoriales que atenúan los estímulos cuando son excesivos.
En cambio, los autistas mayormente percibimos el entorno sin filtros. O sea, que cuando un ruido es demasiado alto, nosotros lo oímos tan alto como es en realidad.
¿No se han preguntado por qué la Organización Mundial de la Salud distribuye cada cierto tiempo estudios sobre el límite de decibelios, y cómo son sobrepasados de forma sistemática?
Porque debido a los filtros neurotípicos, los límites de decibelios no se están respetando. Entonces nos toca a los autistas taparnos los oídos y... ¡sorpresa! Nos dicen que es un comportamiento patológico a evitar.
Llegan las terapias ocupacionales con sus manipulaciones de la psicología conductista y al final el niño no se tapa los oídos. Claro, porque le han hecho chantaje emocional para que haga cualquier cosa menos eso. No porque no sienta sus oídos retumbar. No porque no se muera de ansiedad por dentro.
Lo que es patológico es que los supuestamente "normales" no sean capaces de darse cuenta de que los altavoces ya están demasiado altos, y en su lugar nos fuercen a fingir que todo está bien.
jueves, 5 de julio de 2018
Excusas para no defender al vulnerable
TW: capacitismo, infantilización, altavoces muy altos.
El fin de semana pasado, en contra de mis hábitos usuales, acompañé a unas amigas a tomar algo en una terraza. Muy cerca sonaba un concierto con los altavoces ajustados para que se escuchasen bien a medio kilómetro de distancia. Pero yo tenía fe en que podía ser una buena ocasión de aprender alguna de esas lecciones imprevistas, así que me mantuve relajado y abierto a socializar en la medida de lo posible y lo que yo sintiera natural.
Tres horas después, cuando el concierto de sordos acabó, pude relajarme y comunicarme de verdad. Además, retomé una buena comunicación con una valiosa amiga. Me quedé un rato más que el resto de gente con tal de explorar ese hilo retomado entre ambos.
Nos unimos al grupo de últimos gatos, y de propia voluntad acabamos hablando con ellos de temas personales de crecimiento. Yo hablé de mi condición, y de los falsos mitos en torno a él. También vi una buena ocasión para hablar a la mismísima dueña del establecimiento de un episodio de agresión moral que hace años me hizo su camarero más joven.
[ Aquel tipo debió haber visto algo inusual en mí cuando fui un par de veces a otro local donde él servía. Al poco tiempo me vio en otro local, él en su día libre con un amigo, y yo en un breve momento de aislamiento de estímulos e introspección para continuar con el ajetreo de la noche. Entre risitas y cuchicheos, se dirigió a mí como si yo fuera un niño pequeño. Solamente por sentarme a solas un rato. ]
Cuando terminé de contarlo, pareció que no habían entendido nada. Saltaron con respuestas reduccionistas. En el momento no me lo tomé a mal porque no percibí maldad en ellos; tan solo un preocupante lavado de cerebro.
El primero de los dos saltó con el corrupto mantra de “este mundo es cruel”.
Digámoslo claro: que los leones se coman a los antílopes no es excusa para negar asistencia a los colectivos vulnerables como si fueran de otra especie, apenas alimento. Hay cosas de la vida que dejan de estar en tu contra en el mismo instante en que las aceptas, pero decir mundo no es lo mismo que decir vida. Estamos hablando de esta sociedad humana en concreto; de consensos sociales arbitrarios. Decir “el mundo es cruel” es resignarse a que como a ti te han perseguido, ya nadie puede pedirte responsabilidades cuando cometes la misma crueldad contra otros. Es negar que fueron crueles contigo; es ocultar tu dolor negando el de los demás.
A continuación, el segundo dijo el no menos ambiguo “es que la gente se comporta distinto en compañía”. Ya no daba tiempo a entrar en el tema porque era la hora de cerrar, pero hubiera sido curioso responderle.
Cuando osas decir que es legítimo utilizar a otros para divertirte a su costa si estás en compañía, estás condonando todo tipo de acoso. ¿Hasta qué edad te perdonan hacer “cosas de niños”? Una cosa es contar chistes tontos y otra provocarme una aversión a un establecimiento durante años con tal de que un capacitista no reciba un solo céntimo de mi parte.
Estas dos personas no estaban preparadas para aceptar que su camarero era un agresor. Prefirieron recurrir a falacias antes que aceptar su previa ignorancia.
El fin de semana pasado, en contra de mis hábitos usuales, acompañé a unas amigas a tomar algo en una terraza. Muy cerca sonaba un concierto con los altavoces ajustados para que se escuchasen bien a medio kilómetro de distancia. Pero yo tenía fe en que podía ser una buena ocasión de aprender alguna de esas lecciones imprevistas, así que me mantuve relajado y abierto a socializar en la medida de lo posible y lo que yo sintiera natural.
Tres horas después, cuando el concierto de sordos acabó, pude relajarme y comunicarme de verdad. Además, retomé una buena comunicación con una valiosa amiga. Me quedé un rato más que el resto de gente con tal de explorar ese hilo retomado entre ambos.
Nos unimos al grupo de últimos gatos, y de propia voluntad acabamos hablando con ellos de temas personales de crecimiento. Yo hablé de mi condición, y de los falsos mitos en torno a él. También vi una buena ocasión para hablar a la mismísima dueña del establecimiento de un episodio de agresión moral que hace años me hizo su camarero más joven.
[ Aquel tipo debió haber visto algo inusual en mí cuando fui un par de veces a otro local donde él servía. Al poco tiempo me vio en otro local, él en su día libre con un amigo, y yo en un breve momento de aislamiento de estímulos e introspección para continuar con el ajetreo de la noche. Entre risitas y cuchicheos, se dirigió a mí como si yo fuera un niño pequeño. Solamente por sentarme a solas un rato. ]
Cuando terminé de contarlo, pareció que no habían entendido nada. Saltaron con respuestas reduccionistas. En el momento no me lo tomé a mal porque no percibí maldad en ellos; tan solo un preocupante lavado de cerebro.
El primero de los dos saltó con el corrupto mantra de “este mundo es cruel”.
Digámoslo claro: que los leones se coman a los antílopes no es excusa para negar asistencia a los colectivos vulnerables como si fueran de otra especie, apenas alimento. Hay cosas de la vida que dejan de estar en tu contra en el mismo instante en que las aceptas, pero decir mundo no es lo mismo que decir vida. Estamos hablando de esta sociedad humana en concreto; de consensos sociales arbitrarios. Decir “el mundo es cruel” es resignarse a que como a ti te han perseguido, ya nadie puede pedirte responsabilidades cuando cometes la misma crueldad contra otros. Es negar que fueron crueles contigo; es ocultar tu dolor negando el de los demás.
A continuación, el segundo dijo el no menos ambiguo “es que la gente se comporta distinto en compañía”. Ya no daba tiempo a entrar en el tema porque era la hora de cerrar, pero hubiera sido curioso responderle.
Cuando osas decir que es legítimo utilizar a otros para divertirte a su costa si estás en compañía, estás condonando todo tipo de acoso. ¿Hasta qué edad te perdonan hacer “cosas de niños”? Una cosa es contar chistes tontos y otra provocarme una aversión a un establecimiento durante años con tal de que un capacitista no reciba un solo céntimo de mi parte.
Estas dos personas no estaban preparadas para aceptar que su camarero era un agresor. Prefirieron recurrir a falacias antes que aceptar su previa ignorancia.
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