miércoles, 15 de agosto de 2018

Acoso escolar

Denuncia al centro.
Decir al chico que aprenda a defenderse es pan para hoy y hambre para mañana. Sí, puede servir un año o dos, pero no soluciona el problema. Los agresores van a irse a por otro con más fiereza aún.
En cambio, si las denuncias a los centros permisivos alcanzan una masa crítica, las mismas direcciones expulsarán a los abusadores, que es lo que deberían hacer desde la primera agresión.

Decir a la víctima que tiene que defenderse es poner la responsabilidad en los inocentes. Si ellos quieren pasar a la acción, ¡fenomenal! Pero no deriven todo el peso del problema y todos los esfuerzos a quien sólo quiere ir a clase a estudiar; y quizá ni siquiera con ganas de verdad, sino obligado.
En caso contrario, estaremos haciendo lo mismo que con las mujeres violadas: "la culpa es suya, que no se tapó al salir, que salió muy de noche..." Indirectamente, con esa actitud se protege a los agresores y se perpetúa el problema.

El abusador necesita ayuda para dejar de serlo, pero los abusados necesitan muchísimas veces más ayuda. La seguridad de las víctimas es la prioridad en cualquier centro dirigido por seres humanos.
Primero se expulsa al compañero peligroso del entorno (ya sea del centro o de ese grupo concreto), y entonces se puede restaurar la armonía en el lugar de trabajo.
Lo contrario sería denegar derechos humanos a las víctimas. Por eso un centro que permite que los agresores anden sueltos es inconstitucional. Por eso hay que denunciar.

No podemos forzar a los niños a desarrollar mágicamente de un día para otro habilidades sociales de asertividad, o a imitar a los agresores. Acabarán sintiendo que también se les desprecia en su propia casa. Acabarán llevando armas a clase.
Lo que hace falta es que los profesores que se llenan la boca con la "tolerancia cero" cumplan su palabra.

No me olvido de los abusadores, pero hay un orden de prioridad de ayuda. Primero se restaura la armonía en el lugar de trabajo. Se es coherente con las normas del centro. Y después (o mientras tanto), se trabaja aparte con el agresor para que ya no lo sea. No antes, porque supone ningunear a las víctimas.

La violencia está implícita en ver las agresiones hacia otras personas como algo natural, que la víctima debe afrontar.
Un alumno merece poder estudiar con seguridad. Quien quebrante ese derecho no merece ser llamado compañero.

Los autistas ya tenemos que esforzarnos todos los días en multitud de desafíos cotidianos, como para compadecernos de sociópatas. Son ellos los que tienen que aprender a controlar sus pulsiones enfermizas.

Denuncia al centro. Esa actitud de "la ley de la selva" es lo que mantiene a esta sociedad en la selva.

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