Los términos no importan mientras no vengan de fuera del espectro a decir qué palabras son buenas y cuáles malas. Si yo fuera negro, me molestaría muchísimo que me dijeran "de color", porque ello implica que ser blanco es lo normal, y que yo soy el anormal.
Del mismo modo, aunque yo uso casi por igual autista y con autismo, me resulta indignante que vengan personas no autistas a "opinar" cuando lo único que hacen es repetir lo que les ha dicho un doctor sin perspectiva auténtica del asunto.
Lo que ayuda a los hijos es que se puedan aceptar como lo que son. Como lo que somos. Autistas. Una vez lo aceptas, tomas el toro por los cuernos y puedes vivir desde tu corazón porque te conoces mejor.
En cambio, si piensas que tienes autismo, cada día es una maldición, eres un apestado.
Aquí el fallo es que el nombre autismo se ha quedado anticuado, pues no es una actitud sino una constitución cerebral. Creo que para evitar estas discusiones, tenemos que adoptar un término mejor.
Para ilustrarlo con una analogía:
"¡Mi hijo no es gay! Es que usualmente se siente atraído hacia las personas de su mismo sexo."
Si yo digo que soy madrileño, ser madrileño no me define por entero, pero nadie tiene por qué obligarme a decir que soy "una persona de Madrid", como si por definición los madrileños fuésemos seres infrahumanos a menos que coloquemos la palabra persona delante.
Por supuesto que usamos los nombres propios. Pero eventualmente vamos a querer hablar de nuestra condición, y en ese momento tenemos derecho a hablar desde la aceptación completa. Eso es lo que queremos que se entienda.
Por seguir con el ejemplo de antes: imagina que un hijo gay quiere hablar de su condición sexual a sus padres. Yo no creo que les vaya a decir:
"Papá, mamá... Soy Alberto."
Rechazar la palabra autista es negar la expresión a personas que ya tienen dificultades para expresarse. No nos define por entero, pero tampoco nuestros nombres propios. Dejen ser.
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